sexta-feira, 16 de maio de 2008

"Canta agora, filho da puta"

Mario Dominguez, de 73 anos, um coronel chileno na reforma, foi formalmente acusado pela justiça do seu país de ser o responsável pelo assassínio de Victor Jara, na esteira do golpe do general Augusto Pinochet, em 1973. Considerado um dos mais proeminentes representantes da "nova canção" latino-americana dos anos 60 e 70, era também um destacado militante comunista, apoiante do derrubado presidente democrata Salvador Allende. Capturado depois do golpe de 11 de Setembro de 1973, Jara foi levado por militares fiéis à junta para um estádio de futebol usado como campo de detenção. Documentação vinda a lume revelou que o cantor foi torturado, as suas mãos - com que tocava viola - esmagadas à coronhada e, finalmente, abatido a tiro.


Este é o timbre das notícias nos jornais do dia.
Pela minha parte prefiro recordar - foi assim que aprendi a estória, e desculpem as imprecisões históricas - que, após o golpe de 11 de Setembro (eis outro 11 de Setembro, tão grave como esse outro de que te estás a recordar, que a Comunicação Social insiste em apagar da memória!), Jara foi identificado nesse enorme campo de concentração em que fora transformado um estádio de futebol. "Canta agora, filho da puta", provocou, então, um militar (Mario Dominguez?) que pediu a exclusividade no comando da tortura a tão importante detido, ao cabo de quatro dias de porrada. Reza a estória, que aprendi da boca de um homem [que era, à época, dirigente da FNLA (Angola? Essa mesmo!) e ainda seria ministro de Estado] nada dado a mitologias esquerdistas, que o homem se ergueu e respondeu como sabia, a cantar:

(...)
Venceremos, venceremos,
Mil cadenas habrá que romper,
Venceremos, venceremos,
La miseria sabremos vencer.

Campesinos, soldados, mineros
La mujer de la patria también,
Estudiantes, empleados y obreros,
Cumpliremos con nuestro deber.

Sembraremos las tierras de gloria,
Socialista será el porvenir,
Todos juntos haremos la historia,
A cumplir, a cumplir, a cumplir
(...)


Reza a estória do meu início de juventude que Victor Jara foi morto imediatamente a seguir.
Já adulto aprendi, através da contraprova de vários testemunhos escritos e publicados, que, naqueles dias de pesadelo, Victor Jara escreveu o seu último poema:

Somos cinco mil
en esta pequeña parte de la ciudad
Somos cinco mil
¿Cuántos seremos en total
en las ciudades y en todo el país?
Sólo aquí, diez mil manos que siembran
y hacen andar las fábricas.

¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!

Seis de los nuestros se perdieron
en el espacio de las estrellas.

Un muerto, un golpeado como jamás creí
se podría golpear a un ser humano.
Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores
uno saltando al vacío,
otro golpeándose la cabeza contra el muro,
pero todos con la mirada fija de la muerte.

¡Qué espanto causa el rostro del fascismo!
Llevan a cabo sus planes con precisión artera
sin importarles nada.
La sangre para ellos son medallas.
La matanza es acto de heroísmo.
¿Es éste el mundo que creaste, Dios mío?
¿Para esto tus siete días de asombro y de trabajo?
En estas cuatro murallas sólo existe un número
que no progresa,
que lentamente querrá más la muerte.

Pero de pronto me golpea la conciencia
y veo esta marea sin latido,
pero con el pulso de las máquinas
y los militares mostrando su rostro de matrona
lleno de dulzura.

¿Y México, Cuba y el mundo?
¡Que griten esta ignominia!
Somos diez mil manos menos
que no producen.
¿Cuántos somos en toda la Patria?
La sangre del compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metrallas.
Así golpeará nuestro puño nuevamente.

¡Canto que mal me sales
cuando tengo que cantar espanto!
Espanto como el que vivo
como el que muero, espanto.
De verme entre tanto y tantos
momento del infinito
en que el silencio y el grito
son las metas de este canto.
Lo que veo nunca vi,
lo que he sentido y lo que siento
hará brotar el momento...



Neste prolegómeno à idade adulta continuo a recordar Victor Jara como sempre o ouvi. Assim:

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